Otra vez soñé que me cortaba el pelo yo sola. Me quedaba como una melena, y se sentía exquisito y sedoso al tacto y a la vista. Y me veía diferente y bien. Me encantaba el cambio.
Entonces en el mismo sueño, así como suele suceder en los sueños, aparecí en un cumpleaños a la italiana, en el que en el brindis se decía :”Arriba - Abajo – Al Centro - Y Adentro! ”, pero en italiano, obvio.
Y la fiesta era tremendamente lujosa en su decorado y en la música de fondo (orquesta de cámara, pero tocaban soft jazz), y entre los manjares para servirse habían bandejas transparentes como de cristal que contenían agua, y dentro del agua nadaban exóticos peces de colores, y moluscos vivos, para comerlos así de frescos. Y centollas al vapor, y bocadillos de tentáculos de pulpo. Y tortas de pisco sour y suspiro limeño. Y de picotear maní de extrañas dimensiones, castañas de caju, maní en caramelo, garrapiñado de almendras nueces y pasas, y otras semillas que no pude identificar por lo muy extrañas que eran. Me llamaban la atención tantas bandejas con agua llenas de caracoles vivos para comer (eran como esos que, de mayor tamaño, ponen en las casas como decoración), y mantarrayas diminutas. Y había mucha gente conocida, y mucha hierba para fumar en finos empaques, como puros cubanos. Y mucha cocaína, cerros de cocaína para jalar en mesas de terciopoelo rojo, como si se tratara de una fiesta en casa de Tony Montana. Y toda la gente era muy buena onda, agradabilisima, gente con la que valía la pena conversar porque se podía hablar de todo con ellos, muy al día en todo tipo de asuntos globales. Eran toda gente conocida por mí, pero sin embargo yo no conocía a ninguno, como en la mayoría de los sueños. Qué lástima que sólo en sueños sucedan cosas tan cool.
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