martes, 26 de julio de 2011

SERTRALINA

¿Qué sabor tenían las cosas antes de enfermarme?.

No siento que el alma se me halla descontaminado.

No le encuentro chiste a nada de aquello que se supone lo tiene.

No creo que recorrer más calles de via crucis me vayan a redituar ganancias en la otra vida, o en ésta.

No creo que alguien me entienda alguna vez. Ni sicólogos, ni sicoanalistas, ni siquiatras.

No creo en el dolor ajeno. No creo en la justicia.

No creo que tragar una pastilla me va a hacer feliz a lo largo del día.

No creo en la bondad humana. No le creo a las canciones de amor.

No creo poder despertarme a la larga de mi letargo.

Los demás no me entusiasman nada. Hago como que me interesan. Actúo que me importan. Me importan un pepino. Actúo día y noche, sólo para que me dejen en paz con mis pulgas.

No encuentro nada aleccionador en el sufrimiento.

Convivo con la negación, somos uña y mugre. Digo que sí a todo. Pero es un "no" el que sale de mi boca siempre.

Sólo le creo a la muerte, en ella confío fehacientemente. Y mientras espero por ella, por las llavecitas para los grilletes, me sigo tragando la consabida pastillita que frena los impulsos primarios, para vivir un día más en esta cárcel que es mi cuerpo, obligada a tener que vivir rodeada de robots. Mientras espero por ella, busco una manera nueva cada día, de darme consuelo por estar viva.


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