miércoles, 30 de noviembre de 2011

Vieja Amargada


Si me hacen un primer plano al respecto, se apreciaría en detalle que estoy llena de marcas, cicatrices, arrugas. Como una vieja. Una vieja bruja. Las relaciones con los demás, jamás se me han dado bien. Sin embargo he logrado tener buenos contactos con la superficie. Qué raro sentir que se es empático, con lo mucho que cuesta tolerar a los demás. Es complicado salir y dar una buena actuación, cuando el público es una masa de actores más profesionales aún que uno. El yo, y los ellos, ¿dónde en el cerebro se produce la escisión?. ¿Podríamos decir que por eso es que existen las drogas sociales?. ¿Sirven para componerle a uno el panorama con las relaciones interpersonales?. A veces, me da la sensación de que andar en la calle, en especial en el centro de la ciudad, es andar abriéndose paso en un chiquero lodoso lleno de cerdos como uno, que pululan en busca de más con qué llenar la ya rechoncha panza, mientras que uno trata de adivinar entre el barro una pieza de desperdicio para llenar también la mía, pero asqueada de tener que tragar la misma comida inmunda. Esa sensación es peor cuando por casualidad voy a la disco. Definitivamente que no me siento a gusto en los gentíos. No me gusta tener que caer en la cuenta de que pertenezco a la misma piara, yo que sueño con campos abiertos, pasto reluciente, manjares olímpicos, y un techo estrellado para dormir, lejos de los gruñidos y el olor a podredumbre.

Las relaciones humanas no se me dan bien y punto.

Soy una vieja amargada antes de ser una verdadera vieja amargada.

Cuando salgo a la calle, un par de audífonos hacen la diferencia entre un buen día, y un día más de amargura entre los cerdos. Mi consejo es: rock para andar en micro o colectivo, y jazz para las multitiendas. Y si sales de noche, drogas sociales si te cae alguna. Claro está que estos consejos son para los viejos amargados como yo.

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