domingo, 30 de diciembre de 2012

Flotando en el río


Todo lo que alguna vez amé, y que ocupó un gran sector de mi mente, ¿a dónde fue a parar, a dónde?. Serán como cadáveres flotando en el río después de un tornado. O será como el polvo acumulado sobre los muebles de una casa abandonada luego de un holocausto. No me puedo imaginar que algo bueno les haya sucedido, que hayan hecho un nido en el corazón, porque no los siento viviendo aún dentro de mis memorias. No puedo pensar en ello como una amalgama de recuerdos que se reciclan para fabricar nuevos envases para futuros recuerdos. Cuando uno ama, una parte de tí se va en ello. Cuando uno deja de amar, una parte de tí se pudre con ello.
¿Y qué tal si cada quien posee su propio pueblo fantasma mental, y allí se van a vivir nuestros recuerdos una vez que mueren para nuestra memoria diaria?. Tal vez ellos son los que pueblan en nuestro inconciente, descarnados, muertos en vida, zombies color sepia, hechos de nostalgia y ávidos de nueva energía. Lo que alguna vez amé, y ahora ya no, no tiene cómo volver a vivir.
Pasan los meses, y las estaciones se suceden, y a nadie parece importarle. El afán de cada día consiste en, vivir. Nada es más importante que nada. Tal vez por ello tanto amor tan grande, va a parar al desagûe, y a nadie parece importarle. Los cadáveres flotan río arriba, y a nadie parece importarle. Supuestamente, lo único permanente es el cambio. Pero no se vuelve a amar, ni siquiera de manera parecida, lo que se deja atrás para siempre.

martes, 18 de diciembre de 2012

Esperando

 

Espero impaciente por mi fin. Mientras tanto vivo en piloto automático, haciendo como que también quiero, también espero, también me interesan los demás, también me interesa lo interesante de turno. Cuando mi fin llegue, creo que entonces todo recién cobrará sentido. Ya me quiero ir. Lo único que me detiene, es el dolor de que a mi hija le suceda lo mismo que a mí: quedarse sin su madre a los 5 años. Si mi propia madre no hubiese muerto, quizás yo no estaría hoy en día planeando mi muerte. Por ahí me hubiese muerto antes. O por ahí le tendría un apego más completo a la vida. Vida de mierda. Vida llena de odio, vida de enferma, vida con ganas de morir.
Suena simplista. Suena a maña, capricho de adolescente. Más para mí, es todo un pabellón en mi mente. Años pensando en lo mismo. Y en sus momentos, no lo logré. Ahora, me aterra morir y cagarle la cabeza a mi hija. Me aterra causarle el mismo dolor, pues no le deseo la vida de odio que yo poseo. Jamás querría una existencia de rencor para ella. Es un poco desquiciante andar pensando que quieres matar gente, y luego arrepentirte, y luego volver a pensar en lo lindo que podría ser causar dolor a quienes me lo han causado, para volver a arrepentirme de mis sentimientos... Se vive en permanente y agotadora lucha interior. Es desgastante, y no produce nada de bueno a la larga.
Por eso creo que me vendría bien una enfermedad terminal, un accidente, o algo así. Algo que justifique mi muerte, y me lave las manos de culpa, así de cínica. Pero luego me arrepiento porque a la vez, deseo seguir viviendo, y conocer más a mi hija, ayudarla en todo, quererla, cuidarla. Esta dualidad me está corroyendo la razón. 

La realidad se perfila insípida. Soy un ser despreciable, incapaz de normalidad, y pletórica de desprecio a lo superficial. Prefiero lo contundente, lo elaboradamente sencillo y elegante, la evolución, el jazz y los objetos de diseñador y los libros de Borges y Herbert. Y sin embargo soy incapaz de mantener un orden normal en mi habitación, el reflejo de mi vida. Y hago caso omiso. Porque lo más importante en esta vida, es el día de mi muerte. Entonces partiré a la contundencia estoy segura, y me olvidaré de quién soy ahora, y nada más importará nunca más. Sueño con que se acabe todo para mí. Mientras tanto, espero.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Viviendo detrás de las paredes



Lo intento y lo intento, el universo sabe que lo hago, pero es que no le puedo hacer completo caso a esta realidad que aparece ante mí cada vez que despierto y abro los ojos. Y eso que se supone que es la realidad en la que vivo. No es a causa de las drogas ni ningún daño orgánico de ningún tipo. No sé cuándo se produjo la escisión, pero intuyo que siempre lo tuve claro. Recuerdo de niña mirarme mucho al espejo, y preguntarme qué hacía yo metida ahí, en ese extraño envase llamado cuerpo, y que sin embargo todos los que me rodeaban, poseían. Entendía que además nadie pensaba en ello, que era inútil que hablara de este asunto con alguien. Me miraba las manos por largos minutos, hasta que dejaba de reconocerlas como mías. Me llenaba de curiosidad tratar de saber porqué tenía cuerpo, porqué las cosas eran como son, y solía soñar que vivía detrás de las paredes, observando al mundo, a las personas y sus costumbres, con la holgura de que nadie más me observaba a mí. Hasta el día de hoy tengo ese sueño, pero ya no de manera recurrente. Puede ser que, después de todo, tengo un terrible miedo al mundo. A vivir. A ser, un ser humano. Puede ser que por eso tengo un terrible problema de adaptación. Puede ser que por eso tengo tanto éxito desencajando en las situaciones que requieren que esté rodeada de más gente. Cómo odio socializar. No soy un animal de costumbres, una verdadera lástima por mí, tengo tanto para aportar.... A veces pienso que, en vez de ser yo la que se pierde la acción por no estar allí donde las cosas se suponen que están sucediendo, son los demás los que se la pierden por no conocerme, por no darse el trabajo de aceptar a aquellos que no piensan como ellos. Yo siento que muchas de las veces, los demás no tienen mucho que aportarme. Aunque sea cierto eso de que uno debe aprender de los demás, que hay sabiduría en donde quiera que me fije, que no hay que subestimar a las personas, que todos tienen algo de lo que yo debería tomar ejemplo, la verdad es que no es mucho lo que los demás tienen que yo quiera. Los demás me aburren profundamente, me hacen querer mantenerme recluída en mi habitación. La gente cuadrada y yo, no tenemos onda. Las personas que dan todo por sentado, y no tiene inquietudes, y no desafía a la autoridad o no rompe las reglas de vez en cuando, me resulta antinatural, e incluso perniciosos para sí mismos. Creo que vivir detrás de las paredes, y no salir a convivir, tiene sus ventajas. Y es lo que mejor sé hacer. Y mientras no encuentre solución a mi desapego por este mundo, seguiré comportándome de manera errática, ñoña, y hasta aburrida para los demás. Después de todo, el mundo no merece conocerme, jajajaja!!!.

Y hablando muy en serio, no quiero ser conocida tampoco. Es abrumador, puesto que los demás se llevan una idea preconcebida de quién eres en realidad, y a la larga esa percepción termina afectando a quien realmente eres, en un estricto sentido energético. Me quedo a vivir para siempre detrás de las paredes, espiando al mundo, pensando que si salgo, perderé los superpoderes.

viernes, 18 de mayo de 2012

La Familia


La mía, apenas sí me conoce. Cree conocerme. Pero soy una total desconocida para ellos después de todo. Como en la mayoría de las situaciones de la vida diaria: la gente que nos conoce, cree conocernos, pero no es así. Y no es que yo ande con una máscara todo el día. Es solo que las cosas se han dado de tal manera en casa, que me he convertido con el paso de los años en una suerte de intrusa malviviente y parásita de doble filo. La verdad dicha sea de paso, que me da lo mismo. A estas alturas de mi vida no tengo ganas de demostrarle a nadie si valgo o no la pena. No soy como ellos, y punto. Nunca voy a ser la niña de bien que se esperaba que fuera. Ya no me preocupa que piensen que soy una fracasada. Tampoco quiero que me conozcan, me daría pánico escénico. Me acomoda mi papel de la "desconocida de siempre". No me gusta meterme en los asuntos de los demás, por lo tanto no me gustaría que se metan en mis cosas, ni quisiera tener que dar explicaciones de mis actos. Suficiente con que crean que soy una inútil buena para nada que va de mal en peor. El sólo hecho de imaginarme haciendo cosas para lograr la aprobación de los míos, hace que me baje una flojera atroz. En casa se piensan que estoy mal de la cabeza, porque escucho la música que escucho, por como me visto (como vestía en realidad), por las cosas que suelo hablar, por cómo me enojo por todo. Un sobrino mío piensa que de verdad estoy demente, que tengo un problema en la cabeza digno de psiquiátrico. (Se lo dijo a mi ex, el padre de mi hija). Bueno, parece ser que varios de mis sobrinos piensan que estoy mal de la cabeza. ¿Mal de la cabeza yo, que casi todo lo que tengo, me lo he conseguido solita, sin ayuda de los papitos?. Bueno, en fin, si mi familia supiera lo que pienso de ellos, creo que más mal aún me encontrarían.
Quiero llevar a cabo mi propio emprendimiento, me ha costado montones, pero lo haré porque es lo que me hace feliz. En casa piensan que sinceramente una vez más estoy puro perdiendo el tiempo, en vez de buscarme un trabajo de verdad para que me largue de la casa. No se preocupen que ya lo haré. Y cuando me vaya, no me volverán a ver ni la punta de la nariz, nunca más. Dénle amor a sus propias familias, y a mí los reproches de siempre, esos que vengo escuchando desde que puedo recordar. Sean felices, yo seguiré tragando pastillas para poder tragarlos a ustedes, a unos más que a otros. (Hay miembros de mi familia eso sí, que todo bien con ellos. Son los menos). Soy la misántropa que ustedes crearon. No me den todo el crédito a mí.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Nadie es poeta en su tierra


 
Nadie es poeta en su tierra. ¿Es un axioma, o una de esas frases de la sapiencia popular que caen como anillo al dedo en situaciones ad hoc?.
Porque si es un axioma, no me queda otra que juntar la plata para los pasajes, y largarme lejos. Como si no lo hubiese hecho antes. Pero por que lo he hecho antes, sé lo engorroso que es. Sé que no es llegar a un lugar, y obtendrás éxito porque eso es la garantía si te largas a vivir a otro lado. Entonces la frase popular, tampoco es tan cierta. Ojalá sí lo fuera. Porque sólo entonces mi mala cabeza, no me sabotearía los planes de ser feliz y exitosa en alguna ciudad que no sea la que me vio nacer, que por cierto es nada que ver conmigo. Por lo ahora, seguiré llevando a cabo mis planes en esta ciudad muy a pesar de mí y mi cabeza. Y cuando me vaya y y logre el éxito en otra parte, lo postearé obviamente.
Uf!, cómo necesito largarme de aquí, no nací para ser animal de granja, no me las puedo con el mismo corral de siempre. No tanto para obtener éxito, si no para oler el aire de otro lugar, y ver el cielo a kilómetros de aquí siendo surcado por otro tipo de aves, y por las noches mirar la luna salir tras edificios de otra arquitectura lejana, y escuchar otras entonaciones de los niños al jugar otros juegos, y comer y vestir y conversar sobre temas que otros acostumbran, y aprender cosas que no sabía, y leer lo que no conocía. Y entender mejor qué es lo que necesito para que mi mala cabeza, comience a ser buena. Pienso que sería bueno ir a recibir golpes de la vida en otras partes para entender cómo hacer bien las cosas que no hice bien en casa. A lo mejor, así es como se logra ser poeta en un lugar que no es tu tierra. ¿Puede ser?.

viernes, 3 de febrero de 2012

Deudas


No es ningun misterio que el que nace, debe morir algun día. ¿Porqué nos comportamos como si fuésemos eternos? Cuando me muera, claro que no va a importar nada, absolutamente nada. Excepto los lazos afectivos que llegue a establecer. En mis experiencias cercanas a la muerte, tan sólo me importó, estar en buena con la gente que estimo, que quiero, que amo. Supongo que es con ellos con quien tengo deudas. Y es con ellos con quien debo estar en equilibrio antes de dejar esta vida. O sea, saldar mis deudas con ellos. Puede ser que nunca sea suficiente, la mayor parte de aquellos a quienes quiero, están perdidos en un sistema sintáctico que no admite otras maneras de ser de las cosas, otras en las que nunca sería necesario tener que pagar las deudas porque no existiría la culpa. Capaz que me vaya con culpas, o capaz que me vaya sin que me importe un carajo todo. Pero no lo creo. Pienso que mientras esté viva, debo hacerlo todo ahora. Y entre medio, ver a cuánto asciende mi nivel de deudas para con quienes quiero. Algún día moriré, y puede que sea una fecha en el calendario bastante cercana. Y no quiero deber nada. Porque, aparte de la ignominia de deber, ¿quién quita que existe la reencarnación y deba tener que volver a pagar mis deudas kármicas para poder seguir avanzando?. Uf, no!, qué lata volver a eso, entre otras cosas. Se trata de que si vuelvo, no tenga mucho que hacer extra, para así ocupar bien el tiempo

El Alma de las Mujeres



En los tiempos del doctor Broca, el más famoso de los frenólogos de su época, se creía a pie juntillas q las mujeres no tenían alma. Habían observado que su cerebro era relativamente más pequeño que el de los varones. Se decía que eran criaturas inferiores por lo tanto, relegadas a un plano un poco más arriba de los animales, y de los negros, los que invariablemente tampoco poseían alma, tal como la teoría de la época lo sugería.

Por supuesto que hoy en día, esa es una idiotez del porte del Titanic. Pero en ese entonces, a las pobres no se les podía entregar educación salvo que sirviera para los quehaceres del hogar o la crianza de los niños. La que quería estudiar leyes, o medicina, o letras, o lo que fuera, era mirada como una chiflada. Ningún hombre habría querido compartir el aula con seres que no poseían alma, como para entender entonces acerca del mundo que las rodeaba. “Deliciosas creaturas parlanchinas que sirven para el adorno del hogar, y el desahogo de las pasiones de sus maridos. Y criar infantes claro está”. Ni la iglesia las validaba. Sólo la virgen María podía tener alma, pues era la madre del salvador de nuestros pecados. Obvio.

Mientras tanto en Oriente, y muy a pesar del machismo circundante en la mayoría de las culturas de ese lado del globo, la mujer tenía un papel preponderante en los asuntos de la comunidad. Existían sociedades de matriarcado bastante fuerte. La mujer poseía no sólo alma, si no también ventajas por sobre los varones. Así que también eran como diosas, respetadas a más no poder. Respeto ganado, a punta de sabiduría, y bondad de madre que quiere un trato justo para sus hijos, y entre ellos mismos. Y por hacer maravillas con las finanzas. Y criar niños con toda la dedicación que una madre puede prodigar, alimentarlos, vestirlos, enseñarles a hablar, y a ser personas que más tarde se desenvolverán en la sociedad. Y porque enterraban a sus muertos con la misma dedicación que sólo ellas podían prodigar. Tal como hacen hasta el día de hoy en todos lados del globo, en sociedades falocéntricas.

Pero eso sí:

El alma de las mujeres está plagada de conceptos erróneos de las cosas, le falta el pragmatismo masculino. (Tal como a ellos, les hace falta reconocer que no son fuertes como les hicieron creer).

El equilibrio perfecto, sólo se logrará cuando hombres y mujeres, reconozcan lo que a todas luces parece ser algo obvio: que somos diferentes ellos de nosotras. No somos iguales, pero si queremos remar para el mismo lado, debemos ponernos de acuerdo en cómo hacerlo, a partir de aquellas diferencias.Ustedes remen un poquito más rápido, y nosotros un poquito más despacio, para nivelar. Ya veremos si es así como se avanza. Y si no, probaremos otras fórmulas hasta dar con la necesaria.

Tenemos mucho que enseñarnos entre sí. Es algo tan motivante, y casi nadie lo toma en cuenta. A mí por lo menos, me entusiasma la idea de aprender cosas de los hombres que me pueden servir como mujer. Y estoy segura de que a ellos les servirían muchas cosas que nosotras sabemos.

Creo que en el alma de las mujeres, existe un gran pabellón dedicado a las concesiones de todo tipo. Después de todo, no queremos competir para ser las campeonas. Queremos cooperación para no cansarnos tanto, es mucho lo que nos toca hacer . Cansa además tratar de ser campeón en todo. Es un vicio de gente solitaria. Y creo que no hay algo en el alma femenina que quiera que estemos solas. Ni yo por ejemplo, que siempre deseo estar a solas porque así hago caso omiso de la idiotez circundante. Pero si hombres y mujeres equilibraran fuerzas para vivir todos mejor, no tendría necesidad de aislarme tan seguido. Yo también quisiera compartir todo aquello que nos hace bien como personas. Está inserto en mi alma. Creo que tengo mucho para aportar. Creo que tenemos mucho que aportar.

Porque para empezar, el doctor Broca y adeptos desaparecieron hace rato. Porque ya nadie cree en las idioteces de la iglesia. Porque el voto femenino existe hace rato. Porque estamos todos aburridos de pelear por todo, y por nada. Porque nada que ver seguir echando a perder nuestro planeta en pos de nuestras vanidades. Y porque necesitamos de más mujeres y sus almas, y de sus pantalones bien puestos para que nadie se crea mejor que alguien, y los recursos sean mejor repartidos entonces. (Y con eso me refiero a que, nos duele en el alma que por el hecho de no haber nacido con pene, se nos paguen 50 centavos por cada peso que ellos ganan por el mismo trabajo).

¡Y porque estoy cansada de ver culos femeninos en la tele!

sábado, 10 de diciembre de 2011

En un mundo de mujeres


Las mujeres sí que se pelearían a combos como los hombres, solo que no sería algo habitual. Y tampoco por “hembría”, (la progesterona y esas cosas), u orgullo femenino pisoteado. Sería por asuntos territoriales aunque cueste creerlo. Sería por competencia, por ver quién toma primero algo para obtener beneficio de ello. Algo parecido a lo de los hombres, pero sin quedárselo para sí para siempre. Cada pelea eso sí comenzaría con una larga discusión, llena de descalificativos bien acertados para la otra. Y no siempre terminaría en combos la cosa, pero si así fuera, la cosa sería terrible. Y nadie terminaría amiga de nadie después, nadie calmaría la tensión. Sería una bien agresiva imposición de la voluntad.

Un mundo de mujeres, sería un mundo menos invasivo con el entorno, pero sí bastante ambicioso socialmente, lleno de reconocimiento, lujos, comodidades, pragmatismo en los servicios públicos. Y serían ellos los que tendrían que esforzarse al máximo por embellecerse, y culturizarse además para que las mujeres los queramos para algo más serio que tan solo satisfacerse. Porque olvídate que tendríamos a los hombres tan solo para preñarnos. O sea, sí. Y para que después con su fuerza bruta defiendan el nido, lo limpien de vez en cuando y mantengan alimentados a los polluelos, y salir a trabajar en sus trabajos mecánicos metódicos y cuadrados si les queda tiempo, mientras ellas realizan sus labores que tendrían que ver más con la innovación, el trabajo intelectual y la lectura que su parte verbal más desarrollada les impulsaría a llevar a cabo, y las delicadas artes que su motricidad fina les permitiría. O quzás habría más equidad en el reparto de os roles. Sería un mundo más armónico eso sí, donde la patafísica sería una de las tantas paraciencias, y en donde la lógica y la filosofía serían tan solo una segunda opinión. En un mundo así, echaría de menos la música que escucho ahora, llena de la masculinidad de siglos de música hecha por hombres, lejana a la influencia femenina, con solo el atisbo su femeneidad interior de hombres. Pero carente de todo el metaentendimiento de las cosas, propio de la femeneidad eso sí. En un mundo de mujeres, no estaríamos condenados a que la nanotecnología, la cibernética y la robótica nos terminen por arrebatar la vida que conocemos como tal hasta ahora.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Vieja Amargada


Si me hacen un primer plano al respecto, se apreciaría en detalle que estoy llena de marcas, cicatrices, arrugas. Como una vieja. Una vieja bruja. Las relaciones con los demás, jamás se me han dado bien. Sin embargo he logrado tener buenos contactos con la superficie. Qué raro sentir que se es empático, con lo mucho que cuesta tolerar a los demás. Es complicado salir y dar una buena actuación, cuando el público es una masa de actores más profesionales aún que uno. El yo, y los ellos, ¿dónde en el cerebro se produce la escisión?. ¿Podríamos decir que por eso es que existen las drogas sociales?. ¿Sirven para componerle a uno el panorama con las relaciones interpersonales?. A veces, me da la sensación de que andar en la calle, en especial en el centro de la ciudad, es andar abriéndose paso en un chiquero lodoso lleno de cerdos como uno, que pululan en busca de más con qué llenar la ya rechoncha panza, mientras que uno trata de adivinar entre el barro una pieza de desperdicio para llenar también la mía, pero asqueada de tener que tragar la misma comida inmunda. Esa sensación es peor cuando por casualidad voy a la disco. Definitivamente que no me siento a gusto en los gentíos. No me gusta tener que caer en la cuenta de que pertenezco a la misma piara, yo que sueño con campos abiertos, pasto reluciente, manjares olímpicos, y un techo estrellado para dormir, lejos de los gruñidos y el olor a podredumbre.

Las relaciones humanas no se me dan bien y punto.

Soy una vieja amargada antes de ser una verdadera vieja amargada.

Cuando salgo a la calle, un par de audífonos hacen la diferencia entre un buen día, y un día más de amargura entre los cerdos. Mi consejo es: rock para andar en micro o colectivo, y jazz para las multitiendas. Y si sales de noche, drogas sociales si te cae alguna. Claro está que estos consejos son para los viejos amargados como yo.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Yo, la Mejor


 
Finalmente, todos mis dramas se traducen en lo siguiente: no soy, ni he sido la mejor, en nada. Así de categórico el asunto.
No he sido ni la mejor hija, ni la mejor hermana, ni la mejor pareja de alguien, ni la mejor estudiante, ni la mejor madre, ni la mejor vecina, ni la mejor en alguna cosa. Pero eso sí: experta, y hasta campeona, en quejarme de ello. Y creer, o hacerme creer a mi misma que lo soy, o lo he sido ( la mejor). Y a veces creo que se me debería dar el crédito por ello. ¡El crédito de qué, por dios!. Si no he sido buena en nada, ¿porqué debería enojarme porque no se me reconozcan mis méritos?. Demás que los he tenido, pero como hoy día me doy cuenta de que no han sido nada, no se valen.
Y en vano busco la fórmula, y en vano la encuentro, porque después la olvido. No le he ganado a nadie, como decimos los chilenos. ¿Porqué he de enojarme tanto, porqué he de dejar que la soberbia me enceguezca?. ¿Porqué he de creerme la pobrecita del cuento, si no he terminado todo lo que debía, para poder así ser la mejor en todo?. Ah, me hago la pobrecita porque en el pasado, no se me reconoció nunca lo bueno, y se me siguió exigiendo que diera siempre lo mejor de mí. Cuando era chica, pensaba que si me sacaba buenas notas, me portaba bien, y hacía todo lo que se me pedía, entonces mis padres, y mi familia entera, comenzaría a tratarme con cariño. Pero eso nunca sucedió. Regalos sí, para las navidades, para los cumples, pero ¿un cariñito en la cabeza, un abrazo de pronto, un besito tal vez, un “mi amor”?. Nunca. La pura verdad.
Me hago la pobrecita porque de verdad que no recuerdo alguno de esos gestos. Yo sé que sí he hecho las cosas bien. Y no he recibido crédito por ello, de mi familia al menos. Todo parte de la familia. Y si la familia no te da amor, y se dedica a criticar tu forma de ser, a ver sólo lo malo en ella, pues una crece chuequita y rebelde, adicta a cualquier cosa que se dé fuera del hogar. Sin ninguna gana de dar lo que te piden. ¿Quieren buen comportamiento, quieren cama hecha y cuarto ordenado, quieren que obedezca las reglas, quieren buenas notas (un momento, en eso no fallaba que recuerde), quieren a una señorita que use ropita decente?. Pues váyanse al diablo con sus peticiones, porque.... ¿Porqué he de dar si nunca recibo algo a cambio, aparte de coscorrones y patadas en el ass?. Por último un “¡Qué buena hija!, hizo caso en todo”. Pero, nada. A veces una cara de contento, cuando ganaba concursos de arte.
Y años más tarde, heme aquí: fracasada, tratando de ganarme la aprobación de.... ¿La mía?. Já!, no, la mía no. Mi opinión nunca ha contado. ¿La de mi familia?. Ésa tampoco, jamás les ha importado verdaderamente quién soy yo, qué me gusta hacer, o qué espero de la vida, aparte de estupideces por lo visto. Mi familia piensa que soy la encarnación misma de lo que es una oveja negra. Si buscan en el diccionario, seguro que verán mi retrato, y no les extrañará.
Ahora bien, ¿porqué la necesidad ahora de ser la mejor?. Porque me quedé pegada en ello de que la única manera de ser querida por algo, dejar de ser criticada, de recibir amor y qué sé yo, aprobación, es ser la mejor en algo. No quiero ni fama ni reconocimiento ni premios ni nada. Quiero ser querida por quienes quiero. Quiero que me den amor. Abrazos, besos, palabras cariñosas, lindos gestos, un pony, todo eso.
Dicen que para recibir amor, hay que darlo primero. ¡Mentiras!, si no lo sabré yo. Hay que ser el mejor, o la mejor. Y el amor llegará, quién sabe cómo, pero llegará. Y serás importante para alguien, y te dirá que eres la mejor en su vida. Y querrá estar siempre contigo, y confiará plenamente en tí y en tus capacidades, esas que siempre tuviste pero que por culpa de no ser la mejor, nadie había notado.
Y al cabo que ni sé si eso será tan así. Es mi convicción de las cosas, dada por mi experiencia de las cosas. Si no es así, pues seré yo, v/s lo que verdaderamente sea. Y al carajo todo lo demás, porque si hay algo en lo que sé, soy la mejor, es en creerme a mí misma todo lo que me digo.

jueves, 17 de noviembre de 2011

De qué es que me trato


¿De qué me trato? Me pregunto mientras me trago mis píldoras para vivir “mejor”. Veamos, una ciudad no soy, siendo que he asistido cientos de veces a presenciar cómo se derrumban casas y almacenes de barrio para dar paso a edificios que reúnen a ideas empleadas a mantener firmes mis convicciones. ¿Un ente que apareció entre los escombros por generación espontánea?, ¡oh no!. Sin duda que no aparecí por obra de la casualidad, ni porque a los Testigos de Jehová les dé con que su Supremo Creador ande haciendo aparecer personas sobre el planeta por obra de su Divina Sabiduría Expansionista, para tener así más seres que se encarguen de llevar a cabo su Noble Labor, cualquiera que esta sea. (Oh no don Jehová, no sé de qué me trato, pero si sé que no nací para ovejita de pastoreo que se trasquila, se pone de nuevo a pastar y luego de una buena engordada se alimenta con ella a un grupo de pastores de estancia que conviven con el silencio magnífico que abre las mentes pero que en ellos pasa en banda).

Y no soy las ruinas de una civilización perdida, a pesar de que he logrado dilucidar que antaño en mi niñez era yo capaz de una claridad mental para entender las cosas que ahora me abruman. Claro que en ese entonces no tenía pájaros en la cabeza graznando insensateces, por lo tanto tenía el oído limpio para oír lo que hay que oír, y el cielo despejado para ver más allá en el horizonte.

No soy un diapasón que vibre en un solo tono, pero tampoco un campanario cuyas campanas un cura hace repicar a todas horas, o un colgante con tubitos de esos que se ponen a la entrada de las casas y que suena ante la menor provocación de brisa en el aire. Ante todo, no todo me hace vibrar las fibras, no todo me llega al alma, y no todos los sucesos de la vida diaria me pueden escandalizar o conmover.

No soy un lobo estepario perdido en el frío de la montaña, aunque me siento muy a gusto con mi soledad, y los misterios que resguardo para mí y que a veces plasmo en este blog, y otros que no. Pero al contrario del lobo estepario, no me dedico a relamerme las heridas y a sentir compasión de mí a pesar de mi compulsión por la autoindulgencia. El lobo estepario del cuento, sufría porque quería sufrir, de puro aburrido que estaba de su vida, esa que nadie notaba, esa que le tenía sin pena ni gloria. El lobo estepario quería estar solo porque no se soportaba a sí mismo, y el estar entre los demás le recordaba inconscientemente su propia podredumbre de alma. Yo al menos sí que sé en qué estoy mal y porqué, y lo acepto y trato de arreglarlo para luego erradicar la culpa y todos esos sentimientos horrorosos y molestos acerca de uno mismo. No me los quedo dando vueltas en la cabeza para luego arrancarme a las montañas y cargarlos conmigo todo el transcurso del periplo. No me quedo con esos sentimientos para luego andar odiando a los demás porque me odio a mí misma. Que los demás me aburran, no quiere decir que yo sea aburrida por ejemplo.

Tampoco soy como ningún personaje de los cuentos de Herman Hesse, ni de Dostoievsky, ni Tolstoi, ni Kafka ni ningún europeo del este. Podría ser Nabokov, podría ser. Podría ser como la mujer que más quiso Bukowsky como me dijo alguien una vez. Podría ser como una de las musas de Pablo de Rokha, eso sería perfecto. Podría ser como uno de los anti héroes de Jaime Collyer. O alguno retorcido de tanta información como los de Borges, ojalá como el del cuento de “Los Inmortales”, o Asterión que jugaba solo en su casa con un Asterión imaginario. Ojalá tan solo fuera el personaje de un libro. Podría hasta ser como un personaje de Anâis Nin, pero no lo creo. Lo que nunca voy a ser, es uno de Jodorowsky, de L.M. Alcott, de las hermanas estas que son 3 y que me leí alguna vez todos sus cuentos, de Isabel Allende, algún autor latino que le da con el realismo mágico, de Angeles Mastretta, Laura Esquivel, y todas esas genias mexicanas cuyas alter ego se dedican a puro sufrir en la más “Cumbres Borrascosas” o viven en un mundo tipo “Pedro Páramo”. Hasta prefiero ser la tontorrona upelienta de “Palomita Blanca” o incluso la otra tonta de “El Valle de las Muñecas” o una de las huasas o hasta una bruja de “La Recta Provincia”.


Tampoco soy una revolucionaria que anda alentando a sus congéneres a rebelarse contra el sistema, porque el sistema primero comienza en uno, y yo no poseo vocación de profesora para andar explicando que primero debemos quitarnos el velo que nos tiene a todos ciegos para luego entonces ver el cúmulo de errores en los que hemos incurrido y que luego hemos llamado “sistema”. Andar diciéndole a los demás lo que deben hacer, es una impertinencia del tamaño del Taj-Mahal, y sin duda también sé que no soy una Mesías social ni nada de esas estupideces como para sentirme con el deber de decirles lo que deben hacer. Porque aunque lo hiciera, los demás quedarían llenos de preguntas que yo no podría responder, pues me tomaría lo que me queda de vida y la próxima tratar de entender a esos demás que apenas se entienden a sí mismos como para decirles lo que les pasa y cómo se arregla. Los demás, están demás en mi lista.

También intuyo que no soy lo que se me ha hecho creer hasta ahora que soy: una hembra terrícola, cuyo papel en la colonia, es servir de obrera para la clase privilegiada de terrícolas al mando del planeta. Así como también intuyo que “terrícola” es una clasificación sintáctica propia de la manera de interpretar el mundo de los que conformamos la “humanidad”. Interpretación llevada a cabo por nuestros sentidos, cuya información en conjunto es dicha interpretación. Por lo tanto pienso que, terrícolas somos porque así se llama el planeta, pero humanos no somos, ni los sentidos son el último bastión de recolección de datos, si no que son distintos grados de conciencia para los mismos fenómenos. Vale decir que, me queda chica la sintáxis con la que se me ha hecho convenientemente tragar la interpretación de lo que es la realidad y el mundo. No sé si me explico. Siento que no soy lo que se me ha hecho creer hasta ahora acerca de lo que es el mundo y todo lo que hay en él.

Sé todo lo que no soy, pero eso no es suficiente para poder entender de qué me trato, para ver si así encuentro el camino correcto que debo seguir para poder conducirme a una muerte literal y figurativamente “segura”. Me doy cuenta además de que el tiempo es otra de esas interpretaciones de la sintáxis en la que estoy inmersa, y que no lo puedo asir ni con la imaginación ni asimilar con el intelecto, ni manipular con reflexiones, y sin embargo se me está agotando, acercando cada vez más a mí mi muerte y con ella la certeza de que no hay vuelta atrás para hacer las cosas de manera más beneficiosa para lo que se viene después. Algo así como no haber aprendido suficiente chino mandarín mientras podías antes de que te desterraran para siempre jamás al Reino de la China Lejana e Inentendible.

Leí por ahí que todas las personas después de todo, somos pasmosamente iguales entre sí. Pero lo siento mucho por mí, porque si eso fuera así todo sería aparentemente más sencillo de racionalizar, y me llenaría con poco, no querría nada elaborado ni sofisticado porque mi mente no lo podría digerir. O peor aún: sería como darle un bocadillo de chef a un perro de la calle, como me he dado cuenta de que le sucede a la mayoría de las personas cuando las ponen frente a algo que debería exaltar sus sentidos y sumergirlos en alguna clase de epifanía, y en vez de ello tragan en un par de segundos y mueven la cola por más, y les puedes dar entonces exquisita mugre y no notarán la diferencia.

Leí también por ahí que todos somos iguales, pero unos más que otros. Eso podría ser: capaz que soy como muchos que pululan en todas partes. Y aún así estoy sin respuesta sobre de qué me trato, como si a estas alturas saberlo pudiera solucionar alguna de mis luchas interiores, y obsesiones varias como la que tengo con la muerte. Puede que sí, pero mientras tanto, sigo tratando de indagar cómo saber de qué me trato.

jueves, 10 de noviembre de 2011

La Cura contra el Optimismo


Se viene un nuevo mundo. No se va a acabar ni nada. La cosa sigue. Y se viene extraño este nuevo mundo, y lleno de mística. Reniego de ello. Creo que se están aprovechando del pánico colectivo. Creo que no hay necesidad de budismo zen y prana yoga. Creo que este mundo necesita de gente más madura para sus asuntos, que se respete a sí misma, para que haya respeto entre todos. Creo que eso nos podría hacer mejor. El hambre mundial no se acabará rezando, si no que compartiendo. No digo que rezar no sirva, pero hay que echarle un empujoncito, una acción efectiva, para que el rezo haga efecto.

Pienso además que se ha estado atemorizando por tantos años a la población para poder controlarla o a través de la confusión, o a través del miedo mismo, que ya no se sahora se sabe en qué creer. Ahora pasa que se cree en todo, porque ya no hay mucho que perder tampoco. El mundo se está cayendo a pedazos, en parte gracias a nuestra culpa como parásitos de este planeta, y en parte porque es un asunto cíclico del cosmos. Ya no queda mucho de qué agarrarse. Podemos agarrarnos de lo que sea entonces, de lo que quede en pie. Incluso de las creencias que sigan en pie. Hay mucha gente que piensa que si enciende un incienso, espantará a los malos espíritus. En vez de obrar mejor para cosechar buenas situaciones, se encomiendan a una varilla que expele olor para que las cosas anden bien. Y hay personas que ponen gatos que mueven la pata en las entradas de sus negocios, para atraer clientela. Y otros ponen elefantes, o budas, o pirámides, para atraer la buena fortuna. Pero nadie lee, nadie cultiva lo más preciado que poseemos: nuestra mente. Esa que hace que un gato de plástico atraiga clientes, y los elefantes te den prosperidad. El mundo se cae a pedazos, y todos continúan con su tren vacío de vida. Nadie es capaz de bajarse de la máquina. Nadie sabe cómo hacerlo tampoco, nos han aleccionado bastante bien para no poder hacerlo. Somos parásitos, educados para serlo. Creemos que abrimos la mente, que nos damos cuenta de las cosas, y la prueba de ello es que adoptmos costumbres de culturas lejanas, que están tan mal como nosotros, y hacemos lo que ellos hacen, como andar prendiendo inciensos. Porque en una aldea global, se estila adoptar costumbres lejanas. Aunque uno no entienda bien, o entienda mal el porqué. Porque así actúa la gente abierta de mente....

No me cae nada de bien lo que se viene. No creo que tomarnos de las manos como una sola humanidad, nos va a hacer más humanos. No creo que una causa común nos llegue a unir. No creo que los intereses creados se vayan a acabar. Siempre habrá alguien que querrá sacar provecho de las situaciones, del tipo que fueren. No creo que leer el tarot nos sacará de nuestras dificultades. Ese 5% de la población que posee el poder financiero, es la parte que manda al resto. Es a ellos a los que hay que sacar de sus errores, para que el resto de nosotros podamos progresar. Y eso no se va a lograr twitteándolo o colocando “Ya no me gusta”.

Por más que hagamos tai chi, se seguirá usando detergente para lavar la ropa. Y por más que defendamos los derechos de los animales y nos volvamos vegetarianos, a las mujeres se les seguirá dando menos remuneración, por el hecho de no ser hombres. No me puedo imaginar una humanidad más madura, que genere menos basura, que invente nuevas formas de intercambio comercial, y que le importe un pepino la orientación sexual del de al lado. Que respete el lugar en la fila, que trate al lujo y la ostentación como la estupidez infradotada que es, y que piense que los inmigrantes se hacen cargo de todos aquellos trabajos ingratos y necesarios que el ciudadano común jamás haría y que por lo tanto son un verdadero aporte para la sociedad. Que deje de ver el noticiario por que es demasiado morboso y nadie que se quiera debiera contaminarse con esas porquerías. Que deje de echarse químicos y transgénicos a la boca y comience a cultivar aunque sea en las terrazas de los edificios. Que aproveche la energía que se puede obtener del mar, del sol, del viento, de la basura orgánica y de los desechos animales.

Que deje de escuchar música mal hecha y cuyas letras hablan cosas que atentan contra la integridad de otros.......Ufffff, tantas cosas que podrían ser y que no me imagino que puedan llegar a suceder, al menos no antes de un par de décadas. Puede ser que un milagro suceda, y si la reencarnación existe, se viene una tanda de seres humanos que han aprendido de sus errores pasados, y podrán hacer de este planeta un lugar más agradable de compartir.


martes, 8 de noviembre de 2011

Algún día lo entenderás


Cuando yo era chica y me decían que tal o cual cosa “¡NO!...Algún día entenderás porqué” (bueno, casi todas las frases de “algún día lo entenderás” comenzaban con un “¡NO!” rotundo), era para mí una patada en el traste a mi entendimiento infantil de las cosas. “Algún día lo entenderás” era a mi parecer algo tan ambiguo como la figura de Dios, la inmensidad y/o profundidad del océano (dependiendo del contexto), la edad de los árboles, lo grande que podía ser el mundo y sus países, los extranjeros y sus costumbres, el calor tropical y el del ardiente desierto (vivo al sur del mundo, el calor es algo difícil de entender, y abrumador una vez que se entiende), la muerte, la eternidad, la pre-historia, y un largo etcétera.

Con “algún día lo entenderás” se ponía fin a lo que fuese que se estaba hablando o poniendo en discusión. Como la pornografía por ejemplo, cosa que ni los adultos entienden bien tampoco, y que a mí parecer solo le da rienda suelta a lo que vienen arrastrando desde chicos esos mismos adultos, algo carente de responsabilidad y contundente en irracionalidad, algo que ningún niño comprende pero que lleva latente dentro de sí por una cuestión biológica y/o sociocultural. Algo que “algún día entenderán” cuando sean bien viejos, y comprendan que tan solo se trata una vez más de un cúmulo de pecados de omisión de los adultos. Ya, pero ese es un asunto que no viene al caso ahora.

Con“algún día lo entenderás” además se relegaba al plano de lo intangible la promesa de un futuro entendimiento de alguna situación en cuestión. Parte de los pecados de omisión de los que hablaba. Esos que se originan más que nada de la flojera de tener que explicarle con manzanitas y peritas a un niño cómo es que son las cosas. Cosas que ellos mismos como adultos se tardaron en entender porque antes de ellos hubieron otros adultos flojos sin ninguna gana de explicar y luego debatir. Precisamente por eso: por la parte en que invariablemente se debate.

Ahora que entiendo muchas cosas, porque el consabido “algún día” terminó de llegar al fin, me doy cuenta de que hubiera sido excelente que se me hubiese perfilado, aunque sea de manera arcaica el asunto aquel que algún día entendería, un bosquejo, un pequeño adelanto.

Porque ahora sé que hubiese entendido de todas formas. Con lógica infantil, pero igual hubiese entendido.

Y eso me habría adentrado antes en el entendimiento del asunto, obvio, digo, antes de que me sucediese a mi vez. Me habría dado directrices para más o menos saber para dónde es que debería de haber ido mi razonamiento al respecto del asunto. Para haber tenido un entendimiento más correcto después.

Me habrían ahorrado tanta falsa expectativa que lo único que me hizo fue perder mi tiempo elucubrando tontas teorías acerca de las cosas. Jajaja!, a esas tontas teorías le llaman La Inocencia Infantil, esa que tanto nos quieren resguardar de niños, y que en pos de ello, enfocan mal las cosas que quieren que entendamos, y retuercen las que quieren que no entendamos todavía. En vez de entregarnos un contraste para que entendamos las cosas cabalmente desde niños. Nos subestiman desde pequeños, piensan que al no decirnos ciertas cosas como son, nos preservarán de cometer estupideces, y sin embargo se logra el efecto contrario: crecemos convertidos en unos verdaderos imbéciles que no tienen idea de cómo es que son las cosas en realidad, y para cuando por fin nos damos cuenta de cómo es que son, ya es muy tarde: hemos pasado a cometer ya demasiadas estupideces irreversibles.

Claro que de los errores también se aprende como reza el viejo adagio. Hay que cometer unos cuantos de ellos para recién poder terminar de aprender bien. Yo cometí muchos, y variados de ellos. Pero habría cometido menos si la lógica adulta (o más bien, la flojera por dar explicaciones) se hubiese dedicado menos a omitir, y más a argumentar. Los niños no nacen tontos. Nacemos ignorantes de todo, pero para nada tontos que no podamos comprender a la larga.

Es el deber adulto aleccionar o explicar de forma prolija a los futuros adultos. Si los adultos del presente tuvieran en cuenta de que DEBEN de dar lo mejor de su experiencia a los niños para que estos entiendan mejor y sin eufemismos lo que se les viene, habrían menos imbéciles en el futuro, y más seres comprometidos con sus congéneres y con su entorno.

martes, 1 de noviembre de 2011

NO ES SOBRE TI



Me pregunto cuál será mi legado para este mundo para cuando ya no esté.

Los seres humanos somos seres egoístas por naturaleza, ningún misterio. Y cómo no serlo, si vivimos encerrados dentro de nosotros mismos, dentro de nuestras cabezas, la que nos parlotea día y noche acerca de cómo es que son las cosas, y el mundo. Así es nuestro mundo interior. Cómo no pensar primero en nosotros mismos, si nos dormimos y nos despertamos con nosotros mismos todo el tiempo. Cómo no ser egoístas.

Ahora, el querer dejar un legado para los demás cuando ya no estés aquí, debería obedecer a un asunto de bienestar para esos demás, y no para que te recuerden después de muerto simplemente. He ahí un acto egoísta proveniente de lo más profundo de uno, de ese uno que te quiere ver bien y que logres sobrevivir y ser feliz, pero un acto que se pasó a retorcer en el camino de salida al exterior. Porque una cosa es que te quieras a ti mismo y te procures tu bienestar, y otra bien distinta es que los demás te quieran. Porqué tendrían que hacerlo para empezar. Entonces, por qué querer dejar un legado para que te ¨sigan¨ queriendo después de muerto. La gente que de verdad te quiere, lo hará después de que te hallas ido, y te tendrá en su mente siempre, hasta que ellos mismos se hallan ido. Por lo tanto, dejarle un legado al mundo, debería ser para poder asegurarte de que el mundo será un lugar óptimo para cuando ya no estés aquí, y por lo tanto ya no puedas hacer nada al respecto.

El mundo no gira alrededor de ti, eres tú el que lo circunda. Los demás están demasiado ocupados con sus propios problemas como para pretender que los olviden pensando en ti. Tú eres la última persona en la que piensan cuando se levantan cada día a vivir.

Cuando pienses en los demás, debería ser para encontrar una acción que puedas llevar a cabo para sacarles una sonrisa.

Cuando pienso en mi propio legado, no se me ocurre qué podría yo dejar para los otros y que les pueda servir para que puedan sonreír. Sí, sonreír, así de simple. Ya sea que les herede dinero, u objetos dignos de un museo, o donar algún órgano que esté en condiciones para otro que le haga falta. Pero algo que de alguna manera u otra, les alegre el día. No para que me recuerden, por ahí no pasa el asunto, porque después de muerta, no me sirve de nada que me recuerden. Pero sí me serviría saber que estoy dejando algo que servirá a otros, eso sería un gran triunfo.

Mientras tanto sigo pensando qué voy a dejar.

lunes, 31 de octubre de 2011

PLATEA DE CIRCO


Cada mañana de mi aburrida existencia, te enciendo, y espero a que el show comience. Espero pacientemente por tu aparición, el payaso más connotado que le dará vida a este circo de pueblo. Tus chistes absurdos le dan significado a mi día a día. Nunca es suficiente, nunca me lleno de ti, siempre quiero más.

Cada mañana te enciendo, esperando por todo aquello que me dirá lo que debo hacer para intentar ser como tú. A ver si hoy día logro un avance. Nunca es suficiente, jamás seré como tú, la estrella principal del show.

Cada mañana de mi aburrida existencia, te enciendo para escucharte con toda mi atención. Tus palabras resuenan en mi cabeza el resto del día, dándole sentido a todo. Quisiera que me conozcas, quisiera ser tu héroe, darte días perfectos, drigir juntos la orquesta, que me aplaudas en la cuerda floja, irnos a vivir a las colinas. Sé todo lo que necesitas, te conozco bien, sé cómo luces fuera de la pista.

Una de estas tardes me armaré de valor, y lo sabrás todo. Te llevaré a casa y tú me encenderás a mí. Y sentirás que nunca es suficiente.


Este post lo escribí poco tiempo antes de que falleciera Camiroaga en ese consabido accidente de avión en Juan Fernández. Fue a raíz de que para mí, él representaba toda la idolatría (parte del mal gusto popular ) que la gente le profesa a los personajes televisivos, elevándolos a la categoría de dioses domésticos. Siento que su muerte fue para peor: él no merecía morir así, y ahora menos que nunca descansa el paz el pobre con tanta cobertura mediática. En fin, la televisión es un circo desués de todo.


viernes, 14 de octubre de 2011

COOL


Otra vez soñé que me cortaba el pelo yo sola. Me quedaba como una melena, y se sentía exquisito y sedoso al tacto y a la vista. Y me veía diferente y bien. Me encantaba el cambio.

Entonces en el mismo sueño, así como suele suceder en los sueños, aparecí en un cumpleaños a la italiana, en el que en el brindis se decía :”Arriba - Abajo – Al Centro - Y Adentro! ”, pero en italiano, obvio.

Y la fiesta era tremendamente lujosa en su decorado y en la música de fondo (orquesta de cámara, pero tocaban soft jazz), y entre los manjares para servirse habían bandejas transparentes como de cristal que contenían agua, y dentro del agua nadaban exóticos peces de colores, y moluscos vivos, para comerlos así de frescos. Y centollas al vapor, y bocadillos de tentáculos de pulpo. Y tortas de pisco sour y suspiro limeño. Y de picotear maní de extrañas dimensiones, castañas de caju, maní en caramelo, garrapiñado de almendras nueces y pasas, y otras semillas que no pude identificar por lo muy extrañas que eran. Me llamaban la atención tantas bandejas con agua llenas de caracoles vivos para comer (eran como esos que, de mayor tamaño, ponen en las casas como decoración), y mantarrayas diminutas. Y había mucha gente conocida, y mucha hierba para fumar en finos empaques, como puros cubanos. Y mucha cocaína, cerros de cocaína para jalar en mesas de terciopoelo rojo, como si se tratara de una fiesta en casa de Tony Montana. Y toda la gente era muy buena onda, agradabilisima, gente con la que valía la pena conversar porque se podía hablar de todo con ellos, muy al día en todo tipo de asuntos globales. Eran toda gente conocida por mí, pero sin embargo yo no conocía a ninguno, como en la mayoría de los sueños. Qué lástima que sólo en sueños sucedan cosas tan cool.

viernes, 16 de septiembre de 2011

CARNE DE GUSANOS


Mi corazón, sólo sabe de calamidad. Si le ofrecen amor, entonces se figura dolor y decepciones varias. Mi corazón está lleno de suturas y tiene un par de bypasses, pero siempre late como si hoy fuera el último día que lo hará. Solo e incomprendido.

Sola, por incomprendida.

No sé quién soy, excepto que un faro por allá por donde aún pueden romper las olas antes del polo.

Pero sí sé, que estoy preparada para realizar largos viajes espaciales, sola. No estoy hecha para el roce con otro seres humanos. La hipersensibilidad de vivir tras las paredes: la constante metáfora del inconsciente.

Cuando los gusanos se harten de mi corazón, podrá entonces latir a gusto en un tibio periplo más allá del sol.

Hombre de hojalata


Hombre de hojalata, piel oxidada

No tienes nervios de acero, sólo bisagras bien aceitadas

Corazón de latón, abollado de memorias

te echas a correr bajo la lluvia ácida

mimetizándote en el paisaje gris

Vibran tus circuitos hombre de hojalata

sólo tú decodificas el porqué

un savant cualquiera

Sabes que eres único,

es lo único que se te ha permitido saber

No tienes nervios de acero

para llegar al cielo, no se necesitan

Eres como un niño frente a un regalo

Todo ojos curiosos

Carcajadas de zinc

Me agradas hombre de hojalata

Ven a casa a compartir tus abolladuras

Te espero con un tazón de W40

Le tomaré fotos a tus manchas de óxido para mi recuerdo

Me contarás qué te hace vibrar

No nos hacen falta nervios de acero

Pd: La pintura de este post, pertenece a Antonio Ogayar Amezcua, pintor español


LOS OTROS



Más allá de la frontera del robot que tripulo, se encuentra el extraño país de los otros. Los otros también son robots, pero no saben que lo son. Creen que el mundo en el que circulan, es suyo. Pero la verdad es que nadie es el propietario. Podríamos decir que es nuestro, de todos. Y no es así, simplemente es de nadie. Y no importa, porque al mundo tampoco le importamos. Jamás importa lo que está de paso. Los otros sólo poseen lo mismo que yo: un robot para tripular y poder explorar ese mundo que no es nuestro. Y suficiente memoria para tratar de entenderlo, porque se necesitará ese entendimiento para cuando ya no necesitemos seguir tripulando al robot.

El país de los otros es extraño, porque lo han manipulado de tal manera, que de verdad creen ser el robot pero no el tripulante que va dentro de él. Y todo en ese país se ve supeditado a esa ridícula visión de las cosas. Cuando les toque dejar de lado al viejo y desvencijado robot, tendrán grandes dificultades para entender lo que se viene después. Muchos tendrán que volver y ocupar un nuevo robot, hasta que aprendan que no lo son. Es un sistema un tanto confuso, jejeje!!! : tripular un robot, pero no confundirte con él. Pero es un efectivo sistema, porque sólo los mejor enfocados pasan la prueba con éxito, y luego de explorarlo todo están listos para un nuevo robot más sofisticado, uno que sirve de nave espacial.

Los otros, casi nunca logran viajar por el universo. Vuelven una y otra vez, y no aprenden nada. Repito que son unos extraños, porque tienen la verdad ante ellos, dentro de ellos. Y nunca la ven. Nunca.

Yo, soy un tripulante extraño entre los otros. El mundo que han fabricado, me mantiene en constante confusión. Tratando de pasar desapercibida entre ellos, sólo he logrado la total desaptabilidad. Lo malo es que sí o sí debo aprender de ellos, mimetizarme entre ellos, pasar la prueba. O no obtendré mi nave espacial, y seré nuevamente confinada a tripular un robot. Lo único bueno dentro de la extrañeza de los otros, es que no les duele el confinamiento porque no saben de él. Yo envidio a los otros.

martes, 23 de agosto de 2011

METEORITOS


Un meteorito, es un espermatozoide sideral que entra a la Tierra para fecundarla, y crear la vida, como se suele hacer en el universo. Ni más ni menos.

domingo, 21 de agosto de 2011

PEDACITO DEL CIELO


Visión limitada. Eso es como lo que suelo percibir de los que me rodean. Donde quiera que poso la vista, puedo observar rebaños enteros esperando por instrucciones para poder seguir conduciéndose.

¿Será acaso que el reino de los cielos sea para aquellos que poseen visión frontal además de la periférica para poder ver más allá de sus narices?. Aquellos que diseñan el mundo, lo construyen, e inventan nuevas formas de asirlo, manipularlo, y ergonomizarlo, ¿no están teniendo su parte del cielo ahora acaso?.

Llueve allá afuera. Yo estoy perfecto aquí adentro escribiendo estas líneas. Los que están mojándose en este momento, lo están porque deben ser parte del cambio para que los que modifican el mundo día con día puedan justificar dicho cambio. Todos los hamsters debemos contribuir con nuestro paseo en la ruedita. Para que el mundo pueda seguir girando para todos. Los que modifican el mundo también están allá afuera mojándose.

Obvio que quiero ser parte de los que modifican el paisaje, bajarme de la ruedita un rato y salir a mojarme para ello si es necesario. Confío en que mi visión me da para ello. Y sin embargo, estoy más atrás en la conquista de situaciones que aquellos de visión limitada. Qué contradicción. Pan nuestro de los días de mi vida. Quiero un pedacito de cielo ahora, y para ello aún estoy ciega: por más que lo pongan frente a mis narices, no logro verlo con nitidez. Por mientras, me pongo mi traje de ovejita, y hago como que acato órdenes.